Viva el amor

La tarde noche del martes 13 me encuentra en casa y me resulta inevitable pensar en dos cosas: La primera es la famosa superstición relacionada con el día de hoy… «En martes 13, ni te cases, ni te embarques, ni de tu casa te apartes.» Bien, pienso, no están en mis planes las dos primeras proposiciones; felizmente divorciada hace tiempo y habiendo navegado por el Nilo tantísimas veces, nada de eso me apetece. Además, sigo pensando, quedarme en casa era mi programación mental para el día de hoy. No, no supe de antemano que 13 caería un martes pero, oh casualidad, me toca descanso de mis shows y entrenamiento. Habrá sido mi lado supersticioso, inconsciente. Puede ser, todo es posible. La segunda es que mañana es 14 de Febrero… solo pensarlo ya no quiero pensar. Es decir, ni siquiera lo pienso pero eso no cambia nada, forzosamente aparece en todos lados el famoso «día de los enamorados» y, con ello, el egregor que persigue, alcanza y espanta a los solteros y solteras cada año.

Poco interesa si son felices o no, no tienen pareja eso es todo. Pero son seres inocentes, como yo.

Don Egregor está sentado sobre el escritorio donde escribo. Sí, cruzado de piernas, ahora mismo. Tiene una mueca burlista y me mira fijo. Sabe que escribo acerca de él, en este y quizás lo haga en algún otro párrafo, pero no parece importarle. Solo intenta recordarme que no tengo «ni padre, ni madre, ni perro que me ladre». Yo continúo escribiendo como si nada, como deber ser; pues conozco y no me interesa el mensaje que vino a traer: Mañana no estaré paseando con alguien de la mano, ni recibiré flores y así se irá el día. Lo sé.

Pero la «supuesta soledad» es la última de mis preocupaciones. Si bien estaré sola el 14, no estaré atrapada en alguna relación de mierda que me haga daño, a eso no quiero volver. Y esto, para cualquiera, sería muy fácil de entender; pero para Don Egregor no lo es. Preso de la rabia decide desdibujar sus bordes para henchirse sobre mí, como una negrura de mal augurio abarcando, casi, la habitación toda.

Todo esto lo observo de reojo y, no por temer sino por ansias de café, me levanto para dirigirme a la cocina. Mientras la inmensa sombra flotante en mi habitación comienza a transformarse en un signo pequeño de interrogación.

Cuando el agua casi llega al punto de hervor, preparo la taza que más me gusta. El clima está hermoso, pienso: «El invierno está soltando el último frío y la luna se parece mucho a la luna de Ramadán.»

El aroma del café llega hasta mis narices, como lo esperaba, como debe ser. Y hago una pausa para saborearlo antes de beberlo. Lo aprecio. Es que a veces esperamos algo y se desvanece antes de suceder, como algunas relaciones, pienso.

Es inevitable hacer referencia a la última relación que tuve. No, no me refiero a la relación que tuve con el egipcio del que me divorcié en 2017. No. Aquello es algo que hoy no tiene importancia para mí. Sucedió, sí; pero se terminó y no tengo nada más que decir. Muchos dirán: «Mmm Magda seguro habrá tenido algún otro egipcio, o algunos, en todo este tiempo…». No culpo a quien piense esto, sobre todo si conocen a los egipcios y como se tiran encima de las extranjeras. Debo admitir que habría sido demasiado fácil pero lamento decepcionarlos. Lo cierto es que no hubo, ni hay egipcio alguno.

La relación a la que hago referencia fue una relación que tuve a distancia. Sí, a distancia. No es que no haya conocido a la persona, simplemente no vive en Egipto, ni tiene nacionalidad egipcia.

Y aquí viene la pregunta que muchos harían, (yo también, a veces, la hago): Por qué se terminó? Supongo que sin confianza no hay amor. Supongo que no puedo hacerme cargo de las heridas que alguien tiene de sus experiencias previas. Supongo que no es justo y aunque traté de aceptarlo, no puedo. Traté de hacer como si nada para que todo funcione, pero lo único que hice fue hacerme daño. Mi conclusión fue que un vínculo así, no es sano. Sobre todo si se involucran terceros… no, no hablo de infidelidad. Me refiero a gente de afuera opinando sin saber, sin conocer. Llámense amigos o familiares, siguen siendo de afuera pues no son parte de la relación. Duele. Duele como la punta de la lengua que me acabo de quemar con el café; porque di un sorbo sin pensar, porque estoy pensando de más. Inevitablemente.

Ya que estoy por tomar un café, por qué no cortar un pedazo de la torta de limón? Pienso. Para quitar un poco la amargura, pero no tanto, de pensar en las cosas que se desvanecen antes de suceder. Para olvidar la quemadura y recordar: «Lo que no podemos controlar, debemos dejarlo ser.»

Bandeja en mano vuelvo a mi habitación. La claridad de la luz artificial delata la ausencia de Don Egregor. Pobre, se habrá dado por vencido. Hasta el pequeño signo de interrogación en el que se había convertido, se ha desvanecido. Mejor, pienso, pues no habría soportado el siguiente párrafo. Lo bien que hizo en haber desaparecido.

Amar es hermoso pero si no sabemos amar, es peligroso. Cómo es posible no saber amar? No se supone que amamos a nuestros padres y demás? Para resumirlo un poco: es posible y, de hecho, bastante común, amar sin saber amar. La mayoría de las personas no saben amarse a sí mismas y, volviendo a resumir, «Nadie puede dar lo que no tiene». Y esto último mencionado me pone a pensar… «Nadie tiene lo que no le han dado…»

Me tomarían muchas tazas de café y muchas tortas ahondar sobre esto. Decido no hacerlo, no por no escribirlo, me encanta hacerlo… pero tanta cafeína y tanta azúcar no le hacen bien a nadie. Además, es demasiada obviedad para cansarle la vista a usted, estimado/a lector/a, por lo que trataré de resumir una vez más. Hablando de mi experiencia personal y de lo que yo considero verdad, mi verdad… Creo que aprender a amar es algo que nunca se termina y, como tantas cosas en la vida, siempre se puede mejorar. Aunque existen puntos básicos que determinan si es o no amor. Amor del bueno.

En cuanto al amor real, no es únicamente el amor romántico. Eso es lo que mal aprendemos desde pequeños, pero no es solo eso. El amor es y abarca mucho más. Es la fuerza universal más poderosa, el pegamento que une todas las cosas. Está en los ravioles que amasaba mi madre, en la vecina que riega las plantas mientras les canta, en la mirada de mi gatita cuando le hablo… Está en todas las cosas que podría mencionar, pero harían de esta publicación algo bien cursi… Es tentador, lo admito, porque soy una romántica sin remedio pero no, no voy a hacerlo.

Mañana 14 de Febrero, voy a ocuparme de las tareas cotidianas de mi hogar. Además tengo entrenamiento y un par de shows. Así que mientras me maquille, como en otros momentos del día, seguramente estaré escuchando música. Mi gusto musical es muy diverso, ecléctico… De «Un bel di vedremo» de Puccini paso sin problemas a «Djindji rindji bubamara» de Emir Kusturica… y de Abdel Halim Hafez a Juan Gabriel.

De niña tuve acceso a un magnetófono de bobina abierta, a un tocadiscos y a una radio con casetera. Crecí escuchando música italiana; Nicola Di Bari, Domenico Modugno, Rita Pavone; The Beatles, Abba, Demis Roussos, música clásica, en fin, lo que escuchaban mis padres. Creo que haber sido hija única influyó, pues no tenía que compartir y podía darme el lujo de escuchar lo que quisiera sin ser interrumpida. Fue también por la música que descubrí la danza oriental, me gustó la música primero y comencé a moverme torpemente, muy torpemente, hasta que decidí aprender de verdad; pero esa es otra historia.

Ahora que lo pienso, la música es y será siempre mi gran amor. Cualquiera podría decir que intento desesperadamente consolarme de antemano por las flores y los chocolates que no voy a recibir, o que intento camuflar el dolor de una reciente ruptura… El punto es que no me interesa lo que puedan opinar, yo sé lo que siento. Eso sí, doy gracias a la existencia porque nada ni nadie en este mundo, tiene sobre mí el poder que tiene la música.

Dicen que 2024 es año kármico, supongo entonces que cada quien recibirá lo que merece. Independientemente de como sea para cada uno, porque cada quien conoce sus acciones, mi deseo es que nos llegue mucho amor, pero del bueno. En todos los aspectos. Si es romántico, que sea sano, no sirven las obsesiones, ni los amores enfermizos. Ni los celos infundados ni los vínculos inmaduros…

Les deseo que se amen profundamente y puedan amar a otros con la misma calidad de sentimiento. Además, les deseo un hermoso día de los enamorados a todos, sin importar el estado civil, ni la orientación sexual, ni las circunstancias o preferencias de cada cual. Porque el amor es lo más grande que hay… Viva el amor!

(Así de cursi, o más?)

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